O cómo hacer un libro sobre el cuidado del agua y no ahogarse en el intento.
Todo empezó cuando la directora de CIDCLI me llamó por teléfono y me dijo lo siguiente: “El mundo se está quedando sin agua potable. Así pues, quisiera publicar un libro sobre la importancia de cuidarla. ¿Le entras?”.
“Claro que sí”, le respondí encantado y colgué.
Al poco rato caí en la cuenta de mi desatino y empecé a hacerme reproches por esa manía que tengo de decir que sí a todo: “Ah, por qué le dije que sí. ¡Un libro sobre el cuidado del agua! ¡Yo qué diablos voy a saber! Para eso están el gobierno, los periodistas y las ONG. Por bocón, ya me metí en un lío. Ahora mismo le llamo a la directora y le digo que muchas gracias pero no. A ver si no se enoja”.
Y en esas estaba cuando, toc, toc, toc, alguien llamó a la puerta. Era el hombre más extraño y simpático que hubiera visto jamás: alto, delgado, calvo, de lentecitos circulares, que traía puesta una bata blanca de laboratorio; pero lo extraordinario en él no era esto sino la cuadratura del cuerpo. Tronco, piernas y brazos parecían hechos de letras eles: L, L, L, L, L.
—Buenas noches —dijo el desconocido—. Me llamo Hidrocálido Molécula y acabo de mudarme al edificio; oí sus lamentos y no pude resistir la tentación de venir a presentarme. Soy un científico especializado en temas acuáticos y creo que mis conocimientos pueden serle de utilidad.
—No sabe el gusto que me da conocerlo —le respondí—. Justamente estaba lamentándome de…
—Sí, lo sé, lo sé —interrumpió Molécula con amabilidad—. Se le oía hasta el último piso.
—Pa-pase, por favor —tartamudeé, rojo de vergüenza.
Y moviendo esas largas piernas en forma de ele, Molécula pasó dando las gracias.
***
Sentados a la mesa del comedor, Hidrocálido Molécula sacó unos papeles. Era su currículo, la historia de su vida profesional. El currículo de Molécula lo dejaba a uno atónito. ¡Había dedicado toda su carrera al estudio del agua! Lo pondré enseguida para que puedan juzgarlo:
Currículo de Hidrocálido Arquímedes Molécula Pérez
a) Licenciado en Canales por la Universidad “La Lupita” de Xochimilco. Maestro en Cataratas por el Centro de Estudios Superiores de Río Frío. Doctor en Congelación por el Tepoznieves de Cuernavaca.
b) Fundador del puesto de aguas frescas “El Garrafón” en el centro de Aguascalientes. Sabores que ofrecía: jamaica, horchata, melón y chía con limoncito.
c) Inventor del agua en polvo. Genial creación. Para preparar un litro de agua, bastaba con agregar un litro de agua y mezclar bien todo. Parece que por envidias nunca le dieron la patente.
d) Investigador del Colegio del Aguacate, cuyo lema Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón le pareció lo más lindo que había oído en la vida; aunque luego se dio cuenta de que el colegio no tenía nada que ver con el agua. Lo que sí, en ese lugar aprendió a preparar unos guacamoles, mmm, de rechupete.
***
Mientras platicábamos, noté algo curioso en el señor Molécula (aparte de sus brazos y piernas en forma de ele): cuando hablaba “a lo científico” lo hacía salpimentando siempre su conversación con palabras esdrújulas, o sea, con palabras que se acentúan en la antepenúltima sílaba, como “antepenúltima” y “sílaba” o “Hidrocálido” y “Molécula”.
Gracias a esto, quedó resuelta la cuestión del estilo: escribiríamos Problemático lo acuático en versos de ocho sílabas, que a mí me gustan mucho, aderezados de esdrújulas.
—¿Por qué no empezamos por decir que somos seres acuáticos, que estamos hechos principalmente de agua? —dijo de pronto Molécula.
—¿Cómo, cómo? ¿No somos de carne y hueso?
—Sí, pero hasta la carne y el hueso están hechos en buena medida de agua: somos más líquidos que sólidos —respondió Molécula muy a su estilo—. Como tres quintas partes de nosotros son de agua, muchachito.
Y le agradecí mucho la explicación y en especial lo de “muchachito” pues ya no me cuezo al primer hervor... y a lo mejor ni al segundo.
—Lo terrible —agregó en tono apocalíptico— es que en el mundo la cantidad de agua dulce es minúscula, ridícula. Menos de 3% del total.
—Aaah —exclamé—. Pues empecemos por ahí; por su escasez e importancia para la vida.
Y así lo hicimos:
En el mundo, mis terrícolas,
la cantidad de agua dulce
es minúscula, ridícula,
dice todo preocupado
Hidrocálido Molécula.
Y el total de nuestro cuerpo
es más líquido que sólido.
Problemático lo acuático.
A Molécula se le ocurrió después la siguiente estructura: mediante ilustraciones detalladas se presentaría a doble página un lugar donde el agua correría de lo lindo y en la doble página siguiente ese mismo lugar estaría sin agua. Me encantó el contraste “con agua” y “sin agua”, y así lo escribimos:
CON el agua corre y corre
se la pasa uno fantástico.
SIN el agua se originan
situaciones catastróficas...
Problemático lo acuático.
Aquí —pensamos— la ilustración vendría a desempeñar un papel fundamental, pues complementaría la historia. Gran parte de la narración sería por lo tanto gráfica.
Fue tal nuestro entusiasmo ante el hallazgo, que el sabio Molécula y yo decidimos brindar con un vaso de agua.
—¡Salud!
Cuando la directora de CIDCLI leyó el borrador quedó complacida y buscó de inmediato a un ilustrador. Cosas de la vida, siendo un librito acuático, vino a hallarlo del otro lado del océano: en Zaragoza, España. El ilustrador se llama Alberto Gamón y es un maestro de la composición y la simetría.
Y ya me despido. Me he alargado demasiado. A nombre del célebre científico Hidrocálido Molécula, de Alberto Gamón y del mío propio, un río de gracias y un mar de abrazos.
¡Salud!
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